El Cristo de Velázquez



Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan.
Miguel de Unamuno
Fragmento de “El Cristo de Velázquez”

A principios de este junio de 2019 leí en “El País” un reportaje que titulaban “Solitarios en El Prado”, donde se daba cuenta de la visita y reflexiones de diez personajes de actualidad tras estar solos ante las obras más emblemáticas del museo, para conmemorar su 200 aniversario.

Además del Nobel Vargas Llosa con mi admirado “El Jardín de las Delicias” de El Bosco, me impresionó el testimonio del  reputado director teatral Lluís Paqual, hablando de la soledad de “El Cristo de Velázquez”.
Comenta Lluís sobre esta obra maestra del pintor sevillano: “Bajo la apariencia de un realismo absoluto que no quiere serlo, se convierte en pura poesía”.

Visité el Prado unos días después de leer el reportaje. Volví a estremecerme ante el visionado de las pinturas negras de Goya, y al sobrecogimiento por la belleza de las obras de Tiziano. Contemplé entre inquieto e impresionado las obras de los pintores holandeses. Hasta llegar delante del icono, ante el Cristo.
Aunque el Museo estaba lleno, con gran agitación entre las masas de turistas, pude estar solo unos instantes, admirando el lienzo. Momentos de recogimiento, donde el arte mueve a la fe, donde uno puede ser tocado por la poesía que percibió unos días atrás Lluís (otro hijo de Reus como el que escribe).

Aún tocado por el halo de divinidad, seguí caminando y tropecé por casualidad con otro reusense universal, el nunca bien valorado Mariano Fortuny, con sus lienzos de la guerra de Marruecos y uno que desconocía y me encantó: “Los hijos del pinto en el salón japonés”. Pero eso ya es harina de otro costal/post…. 


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