NOSFERATU

 

“Lass uns einen Moment miteinander plaudern, mein Freund! 
Es sind noch einige Stunden bis zum Morgengrauen, und ich habe 
den ganzen Tag zum Schlafen“

 


El mito del vampiro me ha perseguido desde la oscuridad de la más tierna infancia hasta estos días de madurez. Aún recuerdo siendo niño, un domingo por la tarde de verano, escuchar desde la salita donde estaba jugando una música inquietante. Acercándome al salón, atisbando desde una esquina con temor, vi en la vieja televisión las primeras sombras, las criaturas de la noche que ya nunca me han abandonado. Era, lo supe luego, la versión de la Universal de “Drácula”, con Bela Lugosi. Esa noche no dormí, la primera de muchas en que los vampiros han sobrevolado mis pesadillas.

Muchas lecturas han forjado esa pasión, empezando por el seminal “Drácula” de Bram Stoker, sin olvidar a los más góticos como “Carmilla” de LeFanu, el monstruo aún más antiguo de Polidori, o Anne Rice con sus Lestat, Louis, Armand. También las películas, cómics, ensayos, hasta series, han acompañado siempre mis días y, sobre todo, mis noches. Ahora mismo estoy releyendo la versión original en inglés de Stoker, con una introducción maravillosa.


Y en todo este tiempo siempre me ha inquietado una sombra que me llamaba, una sombra que, por diferentes razones, sólo conocía de lejos pero aún no había reverenciado: Nosferatu.

La otra noche, en soledad, finalmente pude rendir culto al Conde Orlok, el Maestro que susurra terribles misterios dejándote helada el alma. Hace cien años ya que su historia quedó grabada para siempre, en la película alemana dirigida por Friedrich Wilhelm Murnau, “Nosferatu, eine Symphonie des Grauens”. Realmente es una sinfonía del horror. Una mezcla del expresionismo de la época con el arte más gótico. Tiene ese halo especial de las películas mudas, donde la música ayuda a crear un ánimo sobrecogido. El guion es una copia indisimulada del Drácula original, pero ambientada esta vez en Alemania, concretamente en la imaginada ciudad portuaria de Wisborg. Puede chocar al principio el tipo de actuación de los intérpretes, en una aproximación a los personajes muy teatral, aunque cuando te vas adentrando en la historia dejas de percibirlo. Impresiona en las primeras escenas el promotor inmobiliario Knock, interpretado por Alexander Granach, leyendo la carta donde el Conde quiere comprar una propiedad en la ciudad y enviando al joven e ingenuo Hutter, interpretado por Gustav von Wangenheim a su castillo en Transilvania.


También aparece como Ellen, la mujer de Hutter, la actriz Greta Schröder, que será subyugada por el Amo ya desde la distancia.

Comienza la conocida historia, del viaje de Hutter a Transilvania, la llegada a la posada donde los lugareños le advierten del peligro que supone el Conde Orlok. Pero ahí empieza la magia de Nosferatu. Cuando los cocheros del pueblo no quieren avanzar más por miedo y llega el carruaje del Conde a recoger al extranjero. Es sobrecogedor, con los caballo cubiertos por un palio mortuorio. También es aterrador el castillo, con esa estampa medieval de Centroeuropa (es en realidad el castillo de Orava en Eslovaquia). Y ahí llega la primera aparición estremecedora de Nosferatu, con esa imagen terrible que ya es icónica en nuestra cultura popular.  El actor Max Schreck borda al oscuro propietario del castillo. Es un auténtico monstruo, con esa expresión sorprendida, ávida de sangre, vestido como un antiguo enterrador. Es la imagen de la muerte. Me gusta la aproximación tan sutil que hace la película de la dominación del vampiro. Controla a sus víctimas mentalmente, en sueños y físicamente, con la mordida y la succión de sangre. Esto último se hace evidente nunca, se intuye en las marcas de colmillos que van descubriéndose los atacados. Esta sutileza de la que tan faltos estamos en las producciones modernas llenas de sangre y vísceras, es algo sublime, pues llega al auténtico significado del vampirismo, que no es sólo un ataque físico, sino un ataque espiritual al alma de la víctima. 

El maldito consigue fletar el barco que le llevará a Alemania, mientras Hutter languidece en el castillo hasta que, muy débil, empieza a volver a casa a caballo, intentando llegar antes que el monstruo. La travesía del barco es espeluznante,  con las sucesivas muertes, las ratas evocando a sus antepasadas portadoras de la epidemia de peste que asoló Europa en el medievo y que aún tenemos grabada en nuestro inconsciente colectivo. Finalmente vemos las escenas de la más pura desolación, con el capitán muriendo atado al timón y el velero sólo empujado por el aliento de la bestia.


Y ahí llega uno de los momentos cumbres de la película. La llegada crepuscular del navío a la ciudad solitaria, con el monstruo cargando su propio ataúd caminando hacia su nuevo hogar. Realmente espeluznantes secuencias de una belleza macabra. Knock, Hellen, saben que el maestro ha llegado, tienen esa conexión ya indisoluble. Vuelve también Hutter.




Entonces empiezan las muertes en la villa, atribuidas en principio a la peste, aunque los protagonistas saben muy bien que está pasando en realidad. Una procesión de ataúdes llena las calles. La rabia inunda los corazones de las gentes, culpan a Knock pues necesitan a un culpable tangible y se produce una persecución hasta que le meten de nuevo en prisión.


Hellen sabe lo que está pasando, pues nota la atracción del Nosferatu, que mora delante de su casa y la observa desde sus decrépitas ventanas. Lee en uno de los libros sobre vampiros que trajo Hutter de Rumanía (“De espíritus aterrorizados por vampiros, sortilegios y los siete pecados capitales”) que el condenado sólo puede morir si una mujer libre de pecado se sacrifica captando su atención hasta la salida del sol. Decide entregar su alma para salvar a la humanidad y, esa misma noche, cuando las sombras de ese demonio acechan en su escalera, se sacrifica, pero no en vano pues consigue que el rey de la noche olvide el tiempo y sea finalmente transformado en polvo por la luz cegadora del sol. Knock lo capta, diciendo: “El maestro ha muerto”.

Una obra maestra del cine clásico, fundamental para los amantes del mito vampírico.












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